El eco del Pacífico: la guerra que se libra lejos y resuena cerca

El mar, que suele ser sinónimo de libertad y tránsito, se ha convertido en escenario de fuego cruzado. Estados Unidos confirmó un nuevo ataque a dos lanchas rápidas en aguas del Pacífico, cerca de las costas colombianas, que dejó dos muertos. Esta operación marca una nueva fase en la ofensiva militar norteamericana, que hasta hace pocas semanas se limitaba al Caribe. El mensaje es claro: la guerra contra el narcotráfico se ha extendido a nuevas latitudes.

El secretario de Guerra, Peter Hegseth, anunció que la acción fue ejecutada en aguas internacionales y que las víctimas eran presuntos narcotraficantes. Según los reportes oficiales, el ataque se produjo luego de que inteligencia militar detectara un buque que transitaba por una ruta conocida del tráfico de estupefacientes. “Era una embarcación dedicada al contrabando de drogas, y su neutralización era necesaria para proteger a nuestros ciudadanos”, afirmó el funcionario ante la prensa.

Con este nuevo episodio, Estados Unidos completa dieciséis operaciones ofensivas en alta mar, la mitad de ellas en el Caribe. El saldo total asciende ya a 63 muertos, la mayoría catalogados como integrantes de redes criminales transnacionales. Las imágenes difundidas por el Departamento de Guerra muestran una explosión súbita en medio del oleaje nocturno, seguida de un silencio que contrasta con la contundencia del discurso oficial.

Hegseth aseguró que la acción se ajustó a las normas internacionales de seguridad marítima y que no hubo bajas estadounidenses. “Dos narcoterroristas varones fueron abatidos. Ningún soldado norteamericano resultó herido”, dijo. Sus palabras, sin embargo, no bastaron para disipar las dudas que comienzan a surgir sobre el alcance y la legalidad de este tipo de operaciones, especialmente por su cercanía a las aguas jurisdiccionales de Colombia.

El alto funcionario agregó que Washington mantendrá la presión sobre las rutas marítimas del narcotráfico, tanto en el Caribe como en el Pacífico. “Proteger la patria es nuestra máxima prioridad. Ningún terrorista del cártel tiene la más mínima oportunidad contra las fuerzas armadas estadounidenses”, enfatizó. Aun así, la sombra del exceso de fuerza y la posibilidad de víctimas colaterales siguen despertando inquietud en varios gobiernos de la región.

Este nuevo ataque, aunque mortal, no supera la magnitud del ocurrido el pasado 27 de octubre, cuando un operativo similar dejó quince muertos en el Caribe. Desde entonces, las tensiones diplomáticas entre Estados Unidos y varios países latinoamericanos se han agudizado, en medio de un debate global sobre los límites del poder militar frente a la soberanía marítima y los derechos humanos.

Entre tanto, diversas voces del ámbito internacional han comenzado a pronunciarse. El papa León XIV, desde el Vaticano, hizo un llamado a la prudencia y al diálogo. “La paz no se construye con misiles, sino con justicia y entendimiento”, expresó en una breve homilía, instando a las potencias a buscar soluciones conjuntas al flagelo del narcotráfico sin recurrir a la violencia. Su mensaje, aunque breve, resonó en los despachos diplomáticos de todo el mundo.

Así, el Pacífico se suma al mapa de un conflicto que ya no distingue fronteras. Lo que comenzó como una ofensiva contra el crimen organizado se perfila cada vez más como una demostración de fuerza en alta mar. En medio del ruido de los motores y el estruendo de los misiles, el océano guarda silencio, testigo de una guerra que se libra lejos de las costas, pero cuyas ondas llegan, inevitablemente, a la orilla de la política y la conciencia global.

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