Como una ola inesperada en un mar agitado, el dólar en Colombia sorprendió este martes al cotizarse por debajo de los $4.000, una marca que no se veía desde el 7 de julio. La divisa norteamericana abrió en $3.984 y alcanzó un máximo de $3.996, lo que dejó en evidencia una tendencia que, aunque leve, generan preguntas: ¿se trata de un alivio pasajero o de un cambio estructural en el comportamiento del mercado?
La jornada del 3 de septiembre cerró en $4.002,83, casi 14 pesos por debajo de la Tasa Representativa del Mercado (TRM). En total, se realizaron 38 transacciones por un valor cercano a los US$11 millones. Para los inversionistas, ese movimiento fue una señal positiva, aunque medida. Después de todo, el dólar se había mantenido firme en los últimos meses por encima de los $4.000, con oscilaciones apenas perceptibles.
Los expertos atribuyen esta leve caída a factores internacionales. Germán Cristancho, gerente de Investigaciones Económicas y Estrategia en Davivienda Corredores, señala que esta cotización se asemeja a la dinámica del segundo semestre del año pasado, cuando la moneda también cedió terreno. El movimiento responde en parte al entorno económico global, en el que las señales de una posible pausa en el endurecimiento monetario por parte de la Reserva Federal estadounidense han disminuido la presión sobre las monedas emergentes.
En otras palabras, el dólar no cayó por mérito propio del mercado colombiano, sino por un respiro que se está dando a escala global. Es una calma que, como toda calma económica, es frágil y susceptible a cambios. Y si bien algunos celebran la ruptura simbólica de la barrera de los $4.000, los analistas no ven este fenómeno como un punto de inflexión duradero. Por el contrario, advierten que hacia final de año la divisa podría superar nuevamente los $4.100, empujada por factores como el déficit fiscal de Estados Unidos y nuevas decisiones de política monetaria.
Colombia, por su parte, tiene sus propios demonios internos. El panorama macroeconómico nacional —marcado por un crecimiento modesto, dudas sobre la ejecución presupuestal y un ambiente político que genera ruido entre los inversionistas— mantiene el terreno fértil para una nueva apreciación del dólar. En este contexto, el precio actual parece más una pausa que un punto de llegada.
La percepción de riesgo país y el flujo de capitales seguirán siendo los factores clave. A esto se suma la expectativa sobre las decisiones del Banco de la República, que ha mantenido una política cautelosa. Cualquier movimiento inesperado en las tasas de interés locales también puede mover la balanza. Por ahora, el dólar toma aire, pero nadie se atreve a decir que bajará los brazos.
El mercado, al igual que el dólar, es impredecible. Por eso, más allá de la cifra puntual, lo que queda es una advertencia para todos los actores económicos: este descenso puede ser solo una curva en un camino que sigue siendo empinado. El billete verde sigue marcando el ritmo, y Colombia aún baila a su compás.