El informe de crecimiento económico del mes de febrero, presentado por el Dane, sorprendió al país con una cifra positiva del 1,77%. Sin embargo, el balance no es tan simple como parece. Mientras los datos muestran un panorama de expansión, los gremios empresariales y analistas económicos han puesto el foco en un aspecto que, a su juicio, oscurece la recuperación: el motor de ese crecimiento no está en sectores productivos clave como la industria o la construcción, sino en el gasto público. En particular, la burocracia parece ser el factor que más ha impulsado la economía, lo que ha generado una fuerte preocupación en diversos sectores.
El desglose de la información del Dane revela que las actividades primarias, como la agricultura y la minería, experimentaron una caída del 0,96%, y el sector secundario, que incluye la industria manufacturera y la construcción, retrocedió un alarmante 3,12%. Estos sectores, que históricamente han sido fundamentales para el crecimiento económico del país, se encuentran en declive. En cambio, el sector terciario, que incluye servicios, comercio y, principalmente, el sector público, experimentó un crecimiento del 3,54%, siendo responsable de una parte significativa de la expansión de la economía.
Lo más llamativo es que el sector público, junto con las actividades de entretenimiento, contribuyó con 1,69 puntos porcentuales al crecimiento total. Esta cifra, que podría parecer positiva en un primer vistazo, se vuelve problemática cuando se examina en detalle. El gasto en burocracia, que ha experimentado un incremento del 7,6%, ha sido el principal motor de esta expansión. De hecho, el aumento en el gasto público ha superado con creces el crecimiento económico general, lo que ha generado dudas sobre la sostenibilidad de este modelo de crecimiento a largo plazo.
Jaime Alberto Cabal, presidente de Fenalco, fue uno de los primeros en señalar esta contradicción. El líder gremial expresó su preocupación de que, en lugar de enfocarse en fortalecer sectores productivos que generen empleo y competitividad, el gobierno se haya centrado en un incremento desmesurado del gasto público. Según Cabal, este tipo de gasto no solo es ineficiente, sino que además tiene un «tufillo electorero», al ser interpretado como una estrategia para ganar apoyo a través del aumento de la burocracia en un año preelectoral.
Estas críticas no son infundadas, pues el contexto del país muestra que la economía colombiana sigue siendo vulnerable. El bajo desempeño de la industria y la construcción, dos pilares tradicionales del desarrollo económico, refleja un escenario preocupante. A pesar de los esfuerzos por reactivar la economía, sectores clave como la manufactura y la infraestructura siguen luchando contra la falta de inversión y las altas tasas de inflación, factores que han golpeado la competitividad y la productividad.
Por otro lado, el aumento en el gasto público, aunque en apariencia positivo para la economía a corto plazo, genera interrogantes sobre su sostenibilidad. Si bien el gasto en funcionamiento puede aliviar la situación en el corto plazo, su falta de enfoque en la inversión productiva plantea riesgos a futuro. La economía de un país no puede depender exclusivamente de una expansión burocrática; es necesario que los recursos se destinen a proyectos que fortalezcan las bases productivas y generen valor agregado a largo plazo.
La situación también refleja un debate más amplio sobre la estructura del gasto público en Colombia. Si bien es necesario contar con un aparato estatal eficiente para el funcionamiento del país, no se puede ignorar que el aumento de la burocracia y los gastos operativos del gobierno puede resultar contraproducente. En lugar de crear una economía más dinámica y resiliente, este tipo de gasto puede terminar siendo una carga sobre las finanzas públicas y sobre la capacidad de crecimiento del país.
Finalmente, el desafío para el gobierno es claro: cómo equilibrar el crecimiento económico con una mayor eficiencia en el gasto público. Es esencial que la expansión del sector público no se haga a costa de la inversión en sectores clave como la industria, la agricultura y la infraestructura. Colombia necesita un modelo de desarrollo que combine el impulso al gasto público con políticas efectivas de inversión en sectores productivos que generen empleo, innovación y competitividad. Solo de esta forma se podrá garantizar un crecimiento sostenible y no basado en una expansión de la burocracia que, al final, podría terminar frenando el progreso.