El día que Trump rompió con Petro: Acusaciones de narcotráfico y ruptura histórica con EE. UU.

En un hecho sin precedentes en la historia reciente de las relaciones bilaterales entre Colombia y Estados Unidos, el presidente norteamericano, Donald Trump, lanzó duras acusaciones contra su homólogo colombiano, Gustavo Petro, tildándolo abiertamente de ser un “líder del narcotráfico”. El anuncio, que tuvo lugar a través de la red social Truth Social, incluyó la orden de suspender de inmediato todos los fondos destinados a la cooperación militar y antidrogas entre ambos países. Esta decisión no solo agrieta de forma profunda la diplomacia entre las dos naciones, sino que también marca un punto de quiebre en la política exterior estadounidense hacia América Latina.

La furia del presidente Trump se desató apenas 48 horas después del ataque contra la embajada de Estados Unidos en Bogotá, perpetrado por encapuchados pertenecientes al autodenominado Congreso de los Pueblos. Lo que encendió aún más los ánimos del mandatario estadounidense fue el silencio del gobierno colombiano frente al hecho, una omisión que Trump interpretó como una señal de connivencia o, al menos, de permisividad. Su respuesta fue inmediata y contundente: acusar a Petro de fomentar activamente la producción y el tráfico de drogas en el país.

En su declaración, Trump afirmó sin ambages que “Colombia se ha convertido en una economía narco bajo el liderazgo de Petro” y que los subsidios millonarios enviados desde Washington han sido aprovechados por el mandatario colombiano para “engañar al gobierno estadounidense”. Estas declaraciones, de una crudeza pocas veces vista en un escenario diplomático, evocan momentos tensos del pasado, como los vividos durante la administración de Ernesto Samper, pero con un agravante: la desconfianza ahora proviene del corazón mismo del poder político estadounidense.

Petro, por su parte, ha reaccionado como acostumbra: a través de su cuenta de X, antes Twitter. Desde allí, sugirió que está siendo víctima de una persecución política internacional y que la respuesta estará en las calles. No obstante, el llamado a la movilización social no ha tenido eco en la ciudadanía, a excepción de aquellas concentraciones promovidas y financiadas por su propio gobierno, lo que pone en duda la efectividad de su estrategia de victimización frente a una crisis diplomática de semejante envergadura.

La gota que habría colmado la paciencia de Trump fue la reciente denuncia de Petro sobre una operación militar estadounidense en el mar Caribe, en la que murieron ciudadanos colombianos. Según el presidente colombiano, esta acción constituye una agresión directa no solo contra Colombia, sino contra toda América Latina. Para Trump, estas afirmaciones representan una afrenta directa contra la autoridad de Estados Unidos en la región, razón por la cual decidió actuar con la dureza que lo ha caracterizado.

En efecto, el Departamento de Guerra de EE. UU. confirmó que la operación fue ejecutada contra una embarcación presuntamente asociada al Ejército de Liberación Nacional (ELN), utilizada para el transporte de cocaína hacia Norteamérica. El ataque dejó un saldo de tres muertos, y aunque fue realizado en aguas internacionales, generó tensiones inmediatas con el gobierno colombiano, que ahora enfrenta acusaciones no solo de permisividad, sino de encubrimiento de grupos armados y redes de narcotráfico.

Trump aprovechó el momento para acusar a Petro de permitir que el narcotráfico florezca a lo largo y ancho del país, sin tomar medidas reales para combatirlo. “Colombia ha hecho de este negocio su industria más lucrativa, y Petro no mueve un dedo para detenerlo, pese a los enormes pagos que recibe de nuestra nación”, dijo el mandatario estadounidense, quien también cuestionó lo que calificó como una “nueva actitud hostil” del gobierno colombiano hacia Washington.

La ruptura anunciada por Trump no solo tendrá efectos en la cooperación en seguridad y lucha antidrogas, sino que podría afectar directamente a programas sociales y de desarrollo financiados con recursos estadounidenses. El golpe es duro, especialmente para una Colombia que, por décadas, ha sido considerada el principal socio estratégico de EE. UU. en la región. El distanciamiento no solo configura el mapa de la política continental, sino que también deja a Petro en una posición internacionalmente debilitada, justo cuando enfrenta crecientes cuestionamientos internos y una oposición cada vez más fortalecida.

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