El ajedrez financiero del Gobierno: riesgo calculado o necesidad apremiante

En medio de un panorama económico que se torna cada vez más exigente, el Ministerio de Hacienda ha movido sus fichas con una audacia que no pasa desapercibida. Lo que está en juego no es menor: el flujo de caja de la Nación y el delicado equilibrio de la deuda pública. Bajo la batuta del director de Crédito Público, Javier Cuéllar, se puso en marcha una estrategia que mezcla prudencia fiscal con apuestas financieras de alto vuelo, en un intento por aliviar la carga presupuestal sin perder el timón del crecimiento.

El primer movimiento fue un canje de deuda sin precedentes: el pasado 19 de septiembre, el Gobierno ejecutó una operación por $18,4 billones, intercambiando bonos TES con vencimientos entre 2027 y 2035 por nuevos papeles que se extienden hasta 2031 y 2062. La jugada no sólo postergó obligaciones cercanas, sino que redujo en $2,5 billones la deuda total, al comprar parte de ella con descuento. La demanda superó los $20 billones, lo que evidenció confianza en la maniobra, al menos desde los Creadores de Mercado.

Este tipo de operaciones son comunes entre países que buscan mayor flexibilidad fiscal, pero en el caso colombiano, la magnitud del canje —el más grande en su historia— es señal de una urgencia más profunda: la necesidad de ganar tiempo y caja en medio de una economía desacelerada, ingresos tributarios por debajo de lo esperado y presiones crecientes sobre el gasto social.

Sin embargo, lo más llamativo no ha sido el canje, sino el segundo componente de la estrategia: el uso del llamado carry trade. En esencia, se trata de pedir prestado en monedas con tasas de interés bajas —como los francos suizos— para invertir esos recursos en activos con rendimientos mayores, como TÉS o bonos globales colombianos que hoy cotizan con fuertes descuentos. Una apuesta financiera que, bien ejecutada, puede generar utilidades; pero que mal calibrada podría traducirse en pérdidas si las condiciones de mercado se tornan adversas.

La clave del carry trade radica en el tiempo: el Gobierno planea pagar estos créditos de corto plazo durante los próximos 12 meses mediante nuevas emisiones de bonos en euros y pesos colombianos. La táctica no es inédita en mercados emergentes, pero sí riesgosa cuando las variables macroeconómicas —como el tipo de cambio, la inflación externa o la percepción de riesgo país— pueden cambiar bruscamente, afectando tanto los costos como los retornos de la operación.

Lo que Cuéllar y su equipo están haciendo, en el fondo, es administrar la escasez con creatividad. En ausencia de una reforma tributaria robusta o de una mejora sustancial en la recaudación, han optado por mover las piezas del tablero financiero para ganar liquidez sin incumplir sus compromisos. El riesgo, como en toda jugada ambiciosa, no desaparece: simplemente se transforma y se desplaza hacia el futuro.

Mientras tanto, queda por ver si este ajedrez financiero logrará estabilizar las cuentas públicas o si, por el contrario, abrirá nuevos frentes de incertidumbre. Lo cierto es que, en tiempos de estrechez, los gobiernos no siempre tienen el lujo de elegir entre lo ideal y lo conveniente. A veces, simplemente deben apostar. Y eso, en economía, siempre tiene consecuencias.

Deportes