Del clamor a la confrontación: así terminó la marcha pro-Palestina en Medellín 

Lo que inició como una manifestación en solidaridad con el pueblo palestino terminó envuelto en escenas de caos, vandalismo y tensión. Este martes 7 de octubre, en Medellín, la marcha pro-Palestina que congregó a cerca de 300 personas acabó abruptamente tras registrarse agresiones a un funcionario de la Alcaldía y ataques contra bienes públicos y privados en plena avenida El Poblado. El mensaje político fue opacado por los desmanes.

Durante buena parte de la tarde, la movilización transcurrió en relativa calma. Banderas, cánticos y pancartas expresaban el rechazo a la guerra en la Franja de Gaza y el apoyo a la causa palestina. Sin embargo, todo cambió cuando un grupo minoritario de encapuchados desvió el rumbo pacífico y emprendió acciones violentas. Según las autoridades, se presentaron daños a establecimientos comerciales, grafitis en fachadas y ataques con piedras a vitrinas.

El punto de quiebre se dio cuando un funcionario de la Secretaría de Seguridad de Medellín fue agredido con tintas y pinturas por parte de algunos manifestantes. Este hecho encendió las alarmas en el Puesto de Mando Unificado (PMU), desde donde se tomó la decisión de intervenir con el uso diferenciado de la fuerza. Así lo confirmó Manuel Villa Mejía, secretario de Seguridad, quien enfatizó que se actuó para evitar una escalada mayor de violencia.

“Transcurría en relativa normalidad la manifestación, pero frente a la existencia de actos de violencia en la avenida El Poblado, hemos ordenado la intervención. No podíamos permitir que la situación se saliera de control”, señaló Villa Mejía. Además, indicó que la prioridad de la administración es salvaguardar tanto la libertad de expresión como la seguridad de los ciudadanos y de los funcionarios que acompañan estas jornadas.

Los gestores de convivencia, que suelen mediar en este tipo de escenarios, intentaron contener los actos de vandalismo y persuadir a los responsables, sin mayor éxito. Mientras tanto, varios comerciantes del sector bajaban sus rejas temiendo lo peor. Algunos establecimientos sufrieron daños menores, pero el ambiente de zozobra se apoderó del sector, especialmente entre quienes no participaban de la manifestación y quedaron atrapados en medio del disturbio.

Desde sectores sociales y colectivos que participaron en la jornada, también hubo voces de rechazo a los hechos violentos. “No representan el espíritu de nuestra causa. Vinimos a alzar la voz por Palestina, no a destruir nuestra propia ciudad”, señaló uno de los organizadores, quien pidió no estigmatizar a todo el movimiento por las acciones de unos pocos. Sin embargo, el daño ya estaba hecho y el desenlace empañó el propósito de la protesta.

Este episodio vuelve a poner sobre la mesa el dilema que enfrentan las autoridades locales: cómo garantizar el derecho legítimo a la protesta sin permitir que se convierta en plataforma para el vandalismo. Medellín, que ha vivido otras movilizaciones complejas en los últimos años, sigue buscando el equilibrio entre la libertad de expresión y el orden público, en medio de tensiones cada vez más globales que se reflejan en sus calles.

Las investigaciones continúan para identificar a los responsables de los ataques. Mientras tanto, la ciudad queda con una lección incómoda: en tiempos de polarización global, incluso las causas más nobles pueden terminar distorsionadas cuando se cruzan con la violencia. Lo que fue pensado como un acto de solidaridad internacional terminó, tristemente, como un caso más de confrontación local.

Deportes