En una ciudad donde la adversidad suele instalarse como huésped permanente, una escuela de Medellín ha logrado lo que pocos creían posible: ser finalista en el premio World’s Best School, en la categoría Superación de la Adversidad. La Institución Educativa José Asunción Silva, enclavada en el corazón del barrio Boyacá Las Brisas, comuna de Castilla, ha sido reconocida por T4 Education, organización que articula comunidades educativas de 165 países, por su trabajo transformador en una de las zonas más vulnerables de la capital antioqueña.
La noticia, que irrumpió en pleno receso escolar, se sintió como una ráfaga de esperanza en medio de las dificultades cotidianas. Y no es para menos: este colegio, de carácter público, compite hombro a hombro con instituciones de todo el mundo que han logrado sortear desafíos extremos para garantizar el derecho a la educación. Lo que ha puesto al Silva –como lo llaman con orgullo en el barrio– en el radar internacional no es solo su resiliencia, sino la manera como convirtió esa resiliencia en una pedagogía liberadora.
La propuesta del José Asunción Silva no se limita a repetir contenidos ni a preparar estudiantes para exámenes estandarizados. Allí, el currículo ha sido reformulado para abordar las realidades más urgentes del contexto: la violencia, la desigualdad de género, la pobreza. Frente a estas heridas abiertas, la escuela responde con herramientas de vida: liderazgo, trabajo en equipo, resolución de conflictos y una educación que no evade, sino que enfrenta y transforma.
“Esta diversa población que se encuentra en sus aulas enfrenta problemas profundamente arraigados”, señaló T4 Education. Y es precisamente esa diversidad, marcada por la exclusión social y los entornos de riesgo, la que ha nutrido una visión educativa capaz de hacer de cada obstáculo un peldaño. Lejos de rendirse, la comunidad educativa decidió resignificar el dolor y convertirlo en motor de cambio. A través de metodologías participativas y enfoques humanos, el colegio ha empezado a escribir su propia historia de redención.
El mérito no es exclusivo de los directivos o los profesores. Madres, padres, líderes barriales y, sobre todo, los mismos estudiantes, han sido actores fundamentales en este proceso. A punta de constancia, imaginación y compromiso, tejieron una red de apoyo que ha permitido que la escuela se mantenga firme, incluso cuando todo parecía en contra. En sus aulas no solo se enseña a sumar y a leer: se aprende a resistir, a soñar y a construir un futuro distinto.
Ahora, el José Asunción Silva está en el radar del mundo. Pero más allá del prestigio, lo que este reconocimiento visibiliza es una verdad más profunda: que la educación sí puede ser un acto de transformación social, incluso –y sobre todo– cuando nace desde los márgenes. La postulación al World’s Best School no es un punto de llegada, sino un punto de partida hacia nuevas conquistas colectivas.
En un país donde las malas noticias suelen ocupar los titulares, la historia de esta escuela es una bocanada de aire fresco. Medellín, tantas veces asociada con la violencia, hoy puede contarle al mundo que también sabe parir milagros desde sus barrios más golpeados. El Silva, con sus muros pintados de esperanza, ya es un símbolo. Y gane o no el premio, ya ha ganado algo más grande: la admiración de quienes creen que la educación aún puede salvarnos.