De Cabal a Fajardo: el ambicioso llamado a un frente único presidencial para 2026

En un país que acostumbra a fragmentar el poder antes que a construirlo colectivamente, la propuesta del precandidato presidencial David Luna irrumpió como un grito contra el fraccionamiento. A menos de tres años de las próximas elecciones presidenciales, y a poco más de dos meses de las consultas interpartidistas, el exsenador de Cambio Radical lanzó una invitación que podría reconfigurar por completo el mapa político: un frente único de oposición, de centro a derecha, para enfrentar al petrismo en 2026. El audaz llamado, que reúne nombres tan dispares como María Fernanda Cabal y Sergio Fajardo, busca lo impensado: unidad en la diversidad.

La magnitud de la propuesta no se mide solo por su contenido ideológico, sino por su amplitud. En su carta, Luna incluyó cerca de veinte nombres de aspirantes presidenciales, desde exmandatarios regionales como Aníbal Gaviria, Juan Guillermo Zuluaga y Héctor Olimpo Espinosa, hasta figuras del centro como Fajardo, Juan Manuel Galán o Enrique Peñalosa, pasando por el outsider Juan Daniel Oviedo. Pero lo que realmente llamó la atención fue la inclusión explícita de líderes del ala más dura del Centro Democrático, como María Fernanda Cabal y Paloma Valencia, sin excluir a pesos pesados como Germán Vargas Lleras, Vicky Dávila o Juan Carlos Pinzón.

La pregunta que muchos se hacen es si puede construirse un frente político viable entre sectores que, hasta ahora, han estado más ocupados en marcar diferencias que en tender puentes. Luna, en su misiva, reconoce esa dificultad, pero insiste en que el momento político exige abandonar los egos y enfocarse en lo esencial: “Le hemos sacado el cuerpo a este propósito, creyendo que tenemos la fórmula mágica para ganar o, lo que es peor, aferrándonos a disputas personales que hoy nos alejan de lo esencial”. Para el exsenador, lo esencial es salvar la institucionalidad democrática y evitar, según su visión, el avance de un proyecto político que considera dañino para Colombia.

El corazón de su planteamiento es la creación de una “gran mesa nacional”, una especie de cumbre de consensos programáticos y éticos, donde se definan mínimos comunes para gobernar y para hacer oposición al actual Gobierno de Gustavo Petro. En su carta, Luna enfatiza que no se trata de una cacería de votos desesperada ni de una simple sumatoria de egos, sino de un pacto político que gire alrededor de la defensa de la democracia, la libertad económica y la estabilidad institucional. “Hemos ejercido la oposición con respeto, pero también con vehemencia y con firmeza”, argumenta.

Si bien el llamado ha sido recibido con cautela por varios de los posibles aludidos, su potencial impacto no puede subestimarse. Por primera vez en muchos años, se plantea la posibilidad de que la oposición llegue al tarjetón presidencial con una sola cara, unificada no por el amor mutuo, sino por la urgencia compartida. No obstante, la pregunta no es solo si esa unión es posible, sino si puede resistir los embates de los personalismos, de las rencillas pasadas, y del inevitable forcejeo por quién llevará la bandera.

En el fondo, el desafío de Luna no es nuevo: Colombia ha intentado, sin éxito, unir a sus sectores moderados y conservadores en proyectos comunes. Pero su planteamiento marca un cambio de tono. No es un llamado a las armas, sino a los acuerdos. No es una cruzada ideológica, sino una invitación a construir gobernabilidad en tiempos de incertidumbre. Y aunque no está claro si será él quien encabece ese bloque, su jugada ya movió las fichas del ajedrez político.

De aquí a 2026, el país vivirá una serie de definiciones cruciales. El petrismo buscará consolidar su legado, mientras que la oposición se enfrenta a una disyuntiva: seguir atomizada y debilitada, o arriesgarse a una apuesta mayor, quizás improbable, pero necesaria. En ese escenario, la carta de David Luna es más que un gesto: es una provocación a la madurez política. Y como toda provocación, ahora necesita respuestas.

Deportes