El proceso de paz entre el Gobierno Nacional y la Segunda Marquetalia, liderada por alias Iván Márquez, atraviesa una crisis profunda que amenaza su continuidad. Según Walter Mendoza, jefe de la delegación guerrillera en las conversaciones, Márquez ha prohibido usar el nombre de la Segunda Marquetalia y ha desautorizado los encuentros bilaterales. Este giro inesperado pone en duda el compromiso del grupo armado con las negociaciones y evidencia una fragmentación interna que podría dinamitar el proceso.
En un acto que solo añade incertidumbre, Márquez habría enviado una carta a los países garantes y entidades acompañantes del proceso de paz, denunciando un supuesto «uso inadecuado» de las negociaciones. Aunque la autenticidad de este documento aún no ha sido confirmada, su existencia agrava la desconfianza y deja al descubierto las tensiones entre los líderes del grupo armado. Armando Novoa, jefe de la delegación gubernamental, calificó la situación como un hecho sorpresivo que afecta la viabilidad de los diálogos.
Mientras tanto, el presidente Gustavo Petro adoptó un tono crítico, señalando que las divisiones internas en la Segunda Marquetalia podrían interpretarse como un avance en el camino hacia la paz. Sin embargo, esta postura parece más un intento de encontrar luz en medio del caos que una solución concreta al problema. Con el proceso tambaleándose, el Gobierno enfrenta el desafío de recuperar el control de una negociación que parece desmoronarse desde dentro.
En contraste, el proceso con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) se mantiene en agenda. Las delegaciones del Gobierno y esa guerrilla se reunirán del 19 al 25 de noviembre en un nuevo intento por consolidar avances. Este esfuerzo paralelo, aunque alentador, resalta la fragilidad de los acuerdos de paz en Colombia, donde cada negociación parece caminar sobre un terreno lleno de fisuras y contradicciones. ¿Podrá el Gobierno evitar que esta crisis se convierta en un punto de no retorno? La paz, una vez más, pende de un hilo.