En medio de un panorama que parecía teñido de nubarrones, las acciones colombianas han emergido como una de las historias bursátiles más sorprendentes de América Latina en lo corrido de 2025. Pese a los nuevos aranceles impuestos por la administración Trump y al creciente desconcierto por la fragilidad fiscal del país, la Bolsa de Valores de Colombia (BVC) ha sabido sortear la tormenta con una resiliencia que pocos anticiparon. En apenas cuatro meses, el mercado accionario ya ha alcanzado los mismos retornos que en todo 2024.
El índice Colcap, termómetro principal de las acciones colombianas, ha repuntado un 19,02 % hasta el 2 de mayo, cifra que lo posiciona a la par del índice chileno (19,36 %) y por encima de otros referentes latinoamericanos, incluidos Brasil, México y Argentina. Esta recuperación no solo es numérica: es también simbólica, pues marca el resurgir de un mercado que venía acumulando cuatro años de pérdidas y que hoy desafía los pronósticos más cautelosos.
A este desempeño se le puede poner nombre propio: Bancolombia. La acción del principal banco del país ha trepado un 33 % en lo que va del año, consolidándose como el gran motor del Colcap, donde representa nada menos que el 30 % de su ponderación. Su fortaleza financiera, combinada con una gestión de riesgo prudente y resultados operativos sólidos, ha dado confianza tanto a inversores locales como extranjeros. El banco se ha convertido, sin proponérselo, en el escudo del mercado bursátil nacional frente a la volatilidad internacional.
Sin embargo, no es la única estrella en el firmamento bursátil colombiano. Nutresa, con un crecimiento de 60,3 %, y Grupo Sura, con un 44,9 %, han captado la atención de analistas e inversionistas, demostrando que los grupos empresariales más tradicionales del país aún tienen músculo y margen para crear valor en entornos adversos. Mineros, por su parte, ha mostrado una revalorización del 40,5 %, beneficiado en parte por la tendencia al alza en los precios internacionales del oro y una mayor percepción de refugio en activos reales.
Detrás de este fenómeno hay factores estructurales que vale la pena observar. La subvaloración histórica de muchas acciones colombianas, el rebote técnico tras años de desconfianza, y una rotación hacia mercados emergentes por parte de fondos internacionales han confluido para crear una tormenta perfecta de valorización. No es un rally desconectado de la realidad, sino el reflejo de una economía que, si bien tensionada, aún ofrece oasis de rentabilidad en medio del desierto macroeconómico.
Aún así, el entorno no deja de ser frágil. La política comercial de Estados Unidos, liderada por un Trump que ha vuelto a las trincheras proteccionistas, representa un riesgo latente para la economía exportadora colombiana. A eso se suma la inestabilidad fiscal interna, marcada por un déficit creciente y una reforma tributaria que sigue sin aterrizar. La pregunta, por tanto, no es si las acciones seguirán subiendo, sino hasta cuándo podrán hacerlo en medio de tales presiones.
Este inesperado repunte debe ser leído con mesura. Si bien es una buena noticia para los inversionistas, no sustituye la necesidad de una estrategia económica clara, coherente y sostenible por parte del Gobierno. La euforia bursátil puede ser efímera si no va acompañada de señales macroeconómicas estables y decisiones fiscales responsables. El capital, después de todo, es sensible a las incertidumbres tanto como a las oportunidades.
Colombia vive un momento bursátil dulce en un contexto amargo. Que este respiro no se desperdicie. En tiempos de turbulencia, los mercados no solo reflejan cifras, también expectativas. Y hoy, contra todo pronóstico, el mercado parece decirle al país: aún hay razones para creer.