Colombia, sin fortuna en su debut en la Copa América Femenina

En una noche gélida en Quito, donde el termómetro marcaba apenas 13 grados centígrados y el aire escaso de los 2.850 metros de altitud se volvía una carga más para los pulmones, la Selección Colombia Femenina inició su camino en la Copa América con el pie izquierdo. Un empate sin goles frente a Venezuela dejó un sabor amargo, no sólo por el marcador, sino por la serie de infortunios físicos que siembran incertidumbre sobre el futuro inmediato del combinado nacional.

El momento más alarmante del encuentro ocurrió cuando Daniela Caracas, defensa central, se vio obligada a detener su carrera por un calambre que le paralizó la pantorrilla izquierda. El balón, amenazante en el área, se convirtió en un bien disputado mientras la atacante venezolana se acercaba con decisión. Caracas, sin poder completar el cierre, gritó a su arquera, Katherine Tapia, que saliera al cruce. Tapia respondió como un soldado en la línea del deber, pero al llegar al esférico, en vez de gloria, encontró un golpe en la rodilla que la dejó tendida en el césped.

El cuerpo médico se vio en una disyuntiva: dos jugadoras en el suelo, dos emergencias simultáneas. Caracas fue retirada primero en camilla. Luego, Tapia recibió atención con un spray anestésico que apenas disimulaba la gravedad de su molestia. Mientras tanto, el partido continuaba, pero la preocupación por las lesionadas era ya el telón de fondo dominante.

La situación se tornó más crítica cuando Linda Caicedo, la joya del equipo, empezó a evidenciar molestias. A los 65 minutos pidió atención por un pinchazo en la pantorrilla derecha. Y al 84, tras una electrizante carrera que encendió por un momento la ilusión tricolor, cayó al suelo con la pierna completamente rígida. Su rostro, entre el dolor y el llanto, fue un reflejo del drama que se vivía en el banquillo. Salió de la cancha sin poder apoyar la pierna, dejando en el aire la pregunta sobre su continuidad en el torneo.

A esta dolorosa lista se suma Daniela Pavi, quien jugó con vendajes kinesiológicos desde el inicio del encuentro y también pidió atención médica en pleno desarrollo del juego. Cada intervención parecía más una escena de un hospital de campaña que de un campo de fútbol. El equipo, lejos de mostrarse sólido, parecía frágil, condicionado por el desgaste físico y la altura quiteña.

El revés, sin embargo, comenzó incluso antes del pitazo inicial. Catalina Usme, emblema de la Selección y goleadora histórica, sufrió una lesión durante el calentamiento previo y fue descartada de la nómina titular. Las primeras versiones indican que podría perderse toda la fase de grupos, un golpe anímico tan profundo como táctico para las aspiraciones del equipo dirigido por Ángelo Marsiglia.

Colombia, que llegaba como una de las favoritas, deberá ahora no solo enfocarse en lo futbolístico, sino también en recomponer su estructura física. La Copa apenas comienza, pero el cuerpo técnico ya enfrenta un partido paralelo, uno que se libra en la enfermería. La falta de fortuna fue protagonista en el debut, y ahora la Selección se aferra al espíritu de lucha para no dejar que la adversidad defina su camino.

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