Colombia sin cunas: el país donde ya casi no nacen hijos

Hace apenas una década, los parques estaban llenos de niños. Las salas de parto bullían de vida nueva y las cifras del Dane marcaban casi 700 nacimientos por hora. Hoy, en cambio, el silencio es más notorio. En 2024 nacieron 453.901 bebés en Colombia. Suena a mucho, hasta que uno lo compara con el pasado: son 12% menos que en 2023 y un desplome del 31,3% respecto a 2015. En cifras netas, el país perdió más de 200 mil nacimientos en diez años. Y lo que viene, según todo indica, no será muy distinto.

El Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) lo confirmó esta semana con voz neutra pero datos alarmantes: entre enero y julio de 2025, solo han nacido 243.870 bebés. Si la tendencia se mantiene, este será otro año con números en rojo para la natalidad colombiana, con una caída del 6,6% frente al mismo periodo del año pasado. Lo que asusta no es solo el descenso, sino su velocidad.

¿Por qué ya no nacen niños en Colombia? Las razones son tantas como jóvenes entrevistados: “Tener un hijo cuesta más de lo que gano en un año”, dice una mujer de 29 años, sin titubeos. Otros citan la incertidumbre económica, el cambio climático, las carreras profesionales, la falta de tiempo, el miedo al futuro. Cada respuesta es un espejo de la Colombia que habitamos: una sociedad que cambió más rápido de lo que las políticas públicas pudieron prever.

Y no es un fenómeno exclusivo. Según el centro de estudios Anif, la fecundidad global también está en caída libre. De un promedio de cinco hijos por mujer en los años setenta, hemos pasado a 2,2 hoy, y se espera que en 2050 esa cifra llegue al nivel de reemplazo poblacional (2,1), lo que implica que el mundo dejará de sostener su propia población. Lo curioso es que eso ocurrirá más de veinte años antes de lo que preveía la ONU hace apenas una década. Las proyecciones más extremas incluso vaticinan que para el año 2100, cada mujer tendrá, en promedio, sólo 1,8 hijos.

El llamado «nivel de reemplazo» no es un tecnicismo cualquiera: es la línea que marca si una población se mantiene estable o empieza a reducirse. Por debajo de ese umbral, se envejece el país, se contrae la economía, se estiran las pensiones y se reduce la fuerza laboral. Es la puerta de entrada a una nueva era demográfica: menos bebés, más adultos mayores, más carga social. En otras palabras, una Colombia donde el futuro se sostiene con menos manos.

¿Estamos preparados para esa transición? Difícil decirlo. Las ciudades no han replanteado su infraestructura ni sus servicios sociales. Los gobiernos apenas comienzan a entender que no se trata solo de fomentar nacimientos con incentivos aislados, sino de rediseñar un país donde criar hijos no sea un privilegio reservado a unos pocos. Donde la juventud no tenga que escoger entre tener un bebé o poder pagar el arriendo.

Pero, ¿y si no es solo económico? ¿Y si, en el fondo, estamos ante una transformación más profunda? Quizás las nuevas generaciones ya no vean en la maternidad o la paternidad un destino inevitable, sino una opción de vida, una entre muchas. Tal vez sea hora de aceptar que hay nuevas formas de habitar el mundo, de construir familia, de ejercer el amor sin el deber de la descendencia. Quizás no se trata de crisis, sino de cambio.

Lo cierto es que Colombia ya no es el país de las familias numerosas ni de las casas llenas de nietos. Hoy, en los hogares hay más mascotas que bebés. Más proyectos personales que cunas. Más dudas que certezas sobre traer nuevas vidas al mundo. No es apocalipsis ni tragedia. Es otra página en la historia, una donde la infancia se vuelve menos común, pero quizá más deseada. Una Colombia donde, antes de nacer, los hijos ya son una decisión profundamente pensada.

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