Atlético Nacional no solo está de vuelta en los cuadrangulares del fútbol colombiano y en los octavos de final de la Copa Libertadores. También ha regresado, según muchos hinchas, a esa grandeza que durante años fue más recuerdo que realidad. Y detrás de ese viraje, con títulos ya sumados y referentes de vuelta en casa, aparece una figura clave: Sebastián Arango Botero, presidente del club desde abril de 2024.
Arango, de palabra medida pero firme, le pone el pecho a la presión con naturalidad. En una conversación exclusiva con El Colombiano, se mostró satisfecho con el presente del equipo, agradecido por la respuesta del cuerpo técnico y seguro de que la continuidad es la clave para sostener el proyecto. “La intención es que Gandolfi cumpla su contrato hasta 2026”, aseguró, despejando rumores que en semanas recientes hablaban de una posible salida del entrenador argentino.
Gandolfi, resistido por algunos sectores al inicio, ha logrado consolidar un estilo y un vestuario. Con tres títulos en menos de un año, y con un plantel que mezcla experiencia y juventud, el timonel ha sabido responder al nivel de exigencia que siempre impone el escudo verde. Nacional no solo juega con la historia, la honra o la camiseta; juega con una afición que no entiende de procesos si no terminan en vueltas olímpicas.
Las renovaciones de jugadores como Jorman Campuzano —que termina contrato en junio— son uno de los puntos calientes en el escritorio del presidente. Lo mismo ocurre con otros nombres de peso como David Ospina, Edwuin Cetré y Rafael Santos Borré, cuya continuidad o salida podrían redefinir la columna vertebral del equipo. “Estamos conversando con todos, mirando posibilidades”, dijo Arango, sin entrar en detalles pero dejando claro que el diálogo está abierto.
Más allá de los títulos y los fichajes, lo que transmite este Nacional es una sensación de propósito. Arango lo define como “una familia” que ha sabido mantenerse unida pese a las críticas, los rumores y la volatilidad de las redes sociales. “Las crisis son más ruidosas que la realidad”, sostiene. Y, aunque admite que hay mucho por corregir, insiste en que el equipo está preparado física y mentalmente para lo que viene: cuadrangulares ahora, octavos de Copa en agosto.
El gran desafío es sostener la intensidad en dos frentes. En la Liga, Nacional no puede darse el lujo de fallar. El ADN del club impone llegar a la final, y ganarla. En la Copa Libertadores, el panorama se vuelve aún más exigente. Allí, la historia no juega sola: necesita piernas, cabeza fría y, sobre todo, plantel. La hoja de ruta de Arango tiene todo eso en cuenta. Pero en el fútbol, incluso los planes mejor trazados dependen de lo que pase en 90 minutos.
En el contexto de un fútbol colombiano fragmentado, donde la dirigencia a menudo actúa con más improvisación que estrategia, el proyecto de Nacional parece tener un norte. Arango no promete milagros, pero sí trabajo y coherencia. Su gestión, por ahora, tiene resultados visibles. Pero el juicio final, como siempre, lo dictarán las tribunas y los títulos.
Nacional sueña en grande. Tiene la nómina, la historia y ahora también la administración para hacerlo. Pero soñar no basta. En el fútbol —como en la vida— la memoria es corta y la exigencia alta. Y en Medellín, donde el verde es más que un color, no hay espacio para excusas: solo para triunfos.