La travesía europea de Verónica Alcocer, primera dama de Colombia, se ha convertido en un punto donde convergen interrogantes políticos, relatos íntimos y un negocio multimillonario que continúa generando controversia. Lo que empezó como un itinerario discreto a mediados de 2024 ahora se expande en múltiples direcciones, impulsado por nuevas revelaciones que provienen desde Estocolmo y que reavivan el debate sobre los márgenes del poder.
El diario sueco Expressen publicó recientemente una investigación que destaca la vida rodeada de lujo que, según ese medio, habría llevado Alcocer durante su estancia en Suecia. Fotografías, nombres y escenarios exclusivos fueron parte del retrato que despertó inquietudes en Colombia. Pero más allá del glamour europeo, el reportaje abrió la puerta a una narrativa más compleja, ligada a preguntas sobre los vínculos sociales y diplomáticos que acompañaron la presencia de la primera dama en ese país nórdico.
Detrás de esas imágenes de hoteles emblemáticos como el Strand Hotel, en el elegante sector de Nybrokajen, emergen versiones que describen la existencia de una red de amistades influyentes y funcionarios con acceso privilegiado, una red que —según fuentes con conocimiento en Palacio— se habría fortalecido en medio de las tensiones que atravesaba la relación entre Alcocer y el presidente Gustavo Petro.
De acuerdo con esas fuentes, el primer viaje de Alcocer a Europa con el propósito de tomar distancia de la Casa de Nariño ocurrió a inicios de julio de 2023. Para entonces, un video del mandatario caminando por el centro histórico de Panamá con una mujer vestida de azul ya circulaba en redes, desatando especulaciones. En paralelo, la primera dama habría comenzado una retirada silenciosa de sus funciones públicas, aunque dejó instaurado un equipo cercano cuya presencia en el Gobierno fue señalada posteriormente por su costo para el Estado.
El paso de Alcocer por la vida pública se volvió cada vez más intermitente. Se alojaba, según fuentes conocedoras de su círculo, en un apartamento en el norte de Bogotá, mientras emprendía viajes frecuentes bajo la figura de misiones de representación. Uno de los más recordados fue su asistencia al funeral del papa Francisco en Roma, adonde acudió en nombre de Colombia pese a no ocupar un cargo diplomático formal.
En varios de esos itinerarios internacionales se cruzó con el propio presidente. Así ocurrió en junio de 2024, cuando ambos participaron en una visita de Estado a Estocolmo. Vestidos de gala, posaron junto al rey Carlos XVI Gustavo de Suecia y la reina Silvia, en una escena que contrastaba con los rumores de distanciamiento entre la pareja presidencial.
Sin embargo, la atención mediática no se concentró solo en su vida social. La compra de aviones suecos por parte del Gobierno colombiano —una operación de alto costo que ha sido objeto de cuestionamientos por supuestos sobreprecios— volvió aún más visible la presencia de Alcocer en Suecia. Esa coincidencia temporal avivó preguntas sobre la naturaleza de sus contactos en ese país y las dinámicas que orbitan alrededor del acuerdo.
Hoy, la historia sigue en desarrollo. Entre versiones de diplomáticos, testimonios reservados y nuevas publicaciones internacionales, la figura de Verónica Alcocer permanece en el centro de un relato que mezcla política, poder y vida personal. Un relato cuyo telón de fondo es Europa, pero cuyas repercusiones se sienten, inevitablemente, en Bogotá.












