El hundimiento del referendo por la autonomía fiscal de las regiones, promovido por el gobernador de Antioquia, Andrés Julián Rendón, no solo sepultó una de las apuestas más audaces del año político, sino que dejó al descubierto las grietas —cada vez más evidentes— al interior del Centro Democrático. El hecho de que el proyecto naufragara en su primer debate en la Comisión Primera del Senado abrió un mar de especulaciones sobre una supuesta orden desde el alto mando del partido para frenar la iniciativa. En el epicentro de los rumores: el expresidente Álvaro Uribe Vélez.
El episodio tomó fuerza con la llamativa ausencia de dos de las figuras más visibles del uribismo: las senadoras Paloma Valencia y María Fernanda Cabal. Ambas, precandidatas presidenciales y piezas clave en la estructura del CD, se retiraron del recinto justo antes de la votación decisiva. La escena fue tan simbólica como silenciosa. Ni siquiera hubo un cruce de palabras previo al voto. La sala quedó en vilo mientras se cerraba la discusión y se pasaba al conteo. Cuando fueron llamadas, ninguna estaba presente. La iniciativa se hundió por un estrecho margen de siete votos a favor y ocho en contra.
La pregunta que flotó en el ambiente fue inevitable: ¿hubo una instrucción velada desde El Ubérrimo para dejar caer el referendo? Las versiones dentro del partido son contradictorias. Algunos señalan que las senadoras actuaron por cuenta propia, calculando su capital político en un momento en el que distanciarse del gobierno Petro y mostrarse como garantes del orden institucional les resulta más rentable. Otros, sin embargo, insisten en que la jugada respondió a una decisión más estructural, posiblemente sugerida o avalada por Uribe, quien no ha ocultado sus desacuerdos con la manera en que Rendón ha manejado su relación con el partido.
Técnicamente, como aclaró la secretaria de la Comisión, Yury Sierra, los votos de Cabal y Valencia no habrían bastado por sí solos para salvar la propuesta, que requería once votos afirmativos. No obstante, sus ausencias fueron leídas como un mensaje político, más que como una simple decisión aritmética. A ellas se sumaron las ausencias de otros congresistas, entre ellos el antioqueño Germán Blanco y el liberal Fabio Amín, quienes, según Rendón, habían prometido apoyar la iniciativa. Si los cuatro hubieran votado positivamente, el referendo habría tenido otro destino.
María Fernanda Cabal, por su parte, intentó salir al paso de las críticas. Argumentó que debía acudir a una diligencia judicial para ampliar la denuncia que interpuso contra el presidente Gustavo Petro por presunta participación en política, y que su voto no habría cambiado el resultado. También reiteró su respaldo a la descentralización fiscal, aunque su ausencia dejó un sabor amargo entre los defensores del referendo. Una defensa similar hizo Paloma Valencia, sin que lograra disipar del todo las sospechas de maniobra política.
En las entrañas del Centro Democrático, el episodio dejó heridas abiertas. No es la primera vez que se perciben tensiones entre el expresidente Uribe y Andrés Julián Rendón, cuya apuesta por una agenda más regionalista y menos centralista ha incomodado a algunos sectores del partido. A eso se suma que Rendón, en su estilo, no oculta su deseo de marcar una identidad política propia, lo que puede estar chocando con la figura tutelar del exmandatario. Así, el hundimiento del referendo fue también una derrota simbólica de ese pulso.
El asunto, más allá de lo técnico, revela que el proyecto político uribista atraviesa una fase de reconfiguración. Si bien Uribe sigue siendo el líder natural, ya no todas las decisiones giran exclusivamente a su alrededor. El caso del referendo fiscal podría ser una señal temprana de un reacomodo interno. Y, en ese nuevo escenario, los silencios, las ausencias y los gestos calculados pesan tanto como los votos. La descentralización propuesta por Rendón no se hundió solo por falta de números; también se ahogó en un mar de contradicciones, lealtades partidistas y silencios estratégicos.