¿Por qué Roa se salvó de que Petro lo sacara de Ecopetrol?

El 23 de junio de 2023, en el calor de la brisa caribeña y rodeado de amigos, Ricardo Roa celebró sus 60 años en Cartagena. Aquel evento, aparentemente un festejo cualquiera, terminaría por ser mucho más que un simple cumpleaños. La fiesta, que congregó a la primera dama Verónica Alcocer y a Santiago Vargas, uno de los donantes más poderosos de la Colombia Humana, resultó ser la clave para que Roa, quien parecía destinado a abandonar la presidencia de Ecopetrol, conservará su puesto al frente de la mayor empresa del país. ¿Cómo fue que una celebración privada se convirtió en el terreno donde el destino de Roa dio un giro inesperado? La respuesta, sin duda, radica en la compleja red de poder, influencias y decisiones políticas que operan tras bambalinas.

La salida de Roa de Ecopetrol estaba casi cantada. El miércoles 28 de mayo, el presidente Gustavo Petro lo citó a la Casa de Nariño para comunicarle su decisión: el futuro de la empresa estatal estaba en manos de Edwin Palma, el entonces ministro de Minas y Energía, quien asumiría la presidencia de Ecopetrol, mientras que Roa pasaría a desempeñarse en otro ministerio. La noticia se filtró rápidamente a los medios, y la presión sobre el presidente de Ecopetrol se multiplicó. No sólo se percibía que su salida era un hecho consumado, sino que la misma estructura interna de la empresa petrolera parecía confirmar lo que todos ya sospechaban. Roa ni siquiera asistió a una reunión clave de la Junta Directiva, lo que parecía ser una confirmación tácita de su inminente destitución.

En los días que siguieron, la prensa comenzó a hacer preguntas sobre el futuro de Edwin Palma y si realmente ocuparía la presidencia de Ecopetrol. Palma, sin desmentir los rumores, respondía con cautela, asegurando que seguiría las decisiones del presidente Petro. Sin embargo, en el trasfondo, la situación se complicaba. Aunque el enroque de cargos era una jugada estratégica de Petro, no resultaba tan sencillo. Edwin Palma se encontraba con varios impedimentos legales que complican su ascenso: había sido miembro de la junta directiva de Ecopetrol y, por lo tanto, debía esperar un año para ocupar la presidencia de la empresa, según las normativas vigentes. Además, su vinculación con la Comisión de Regulación (CREG) agregaba un obstáculo más a lo que parecía un panorama cada vez más turbio para el presidente de Ecopetrol.

El destino de Roa dio un giro de 180 grados durante la celebración de su cumpleaños. Mientras los tecnicismos y las discusiones legales seguían su curso, algo más profundo estaba ocurriendo en el escenario político del país. La presencia de Verónica Alcocer, la primera dama, en la fiesta de Cartagena no fue un hecho fortuito. Según fuentes cercanas a la Casa de Nariño, la esposa del presidente Petro jugó un papel crucial en este episodio. Su influencia, aunque en ocasiones discreta, fue determinante para evitar que Roa fuera despojado de su cargo. Alcocer, conocida por su cercanía con ciertos sectores del poder político y económico, utilizó sus conexiones para asegurarse de que la cabeza de Ecopetrol permaneciera donde estaba, al menos por el momento.

Aquel cumpleaños en Cartagena, lejos de ser una simple conmemoración personal, se convirtió en el escenario donde Roa encontró un inesperado aliado. Santiago Vargas, el empresario cercano a Petro y uno de los mayores donantes de la campaña presidencial, se mostró como un defensor incondicional de Roa. La amistad entre ambos se había fortalecido con el paso del tiempo, y Vargas, al parecer, no dudó en movilizar sus recursos e influencias para blindar a Roa frente a la ola política que amenazaba con derrocar. La reunión entre estos poderosos actores fue, por decir lo menos, un símbolo de la conexión entre la política, el dinero y el poder en Colombia.

Mientras todo parecía encaminarse hacia una salida forzada para Roa, la fiesta de su 60 cumpleaños le dio un respiro inesperado. El 24 de junio, al día siguiente del evento, Roa se presentó ante la Junta Directiva de Ecopetrol con una sonrisa renovada. Llegó, como quien sabe que ha ganado una batalla interna, y allí recibió muestras de apoyo. La imagen que se difundió a través de los medios, con la torta de cumpleaños y las sonrisas de sus colaboradores, transmitió un mensaje claro: la tormenta había pasado, y Roa se mantenía al mando. Para muchos, ese momento representó el fin de una crisis que, aunque momentánea, había amenazado con desplazar al hombre que, por años, había sido considerado como una figura clave en la administración de la petrolera.

Este episodio, más allá de las especulaciones y las jugadas políticas, pone en evidencia las dinámicas que rigen el poder en Colombia. Lo que parecía ser una decisión administrativa del presidente Petro terminó por ser un juego de influencias donde la política, las conexiones personales y los intereses económicos se entrelazan de manera inextricable. ¿Por qué Roa se salvó de ser removido de su cargo? La respuesta no está en la ley o en las normativas de la empresa, sino en el complejo entramado de relaciones que definen el rumbo de las grandes decisiones del país. En este escenario, la figura de Roa se consolidó, al menos por ahora, como un actor más en la danza política que define la suerte de quienes, como él, ocupan los puestos más codiciados del poder en Colombia.

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