Una tarde cualquiera, en una esquina olvidada del occidente de Medellín, se transformó en luto. La quebrada La Iguaná, que serpentea con discreción entre los barrios Santa Margarita y Olaya Herrera, se convirtió este jueves en escenario de una tragedia que ha conmocionado a la ciudad. Un niño de apenas seis años, cuya identidad aún no ha sido revelada por respeto a su familia, perdió la vida tras caer a sus aguas turbias mientras, según se presume, jugaba con otros menores en las cercanías.
Los hechos ocurrieron alrededor de las 3:00 de la tarde, en inmediaciones de la vía que conecta la capital antioqueña con el occidente del departamento. Fue en ese preciso momento cuando la tranquilidad aparente del barrio se quebró: los gritos de otros niños, el revuelo de los vecinos y la angustia de una madre marcaron el inicio de una desesperada búsqueda que terminó demasiado pronto.
Al lugar llegaron rápidamente patrullas de la Policía, alertadas por los residentes del sector, quienes encontraron el cuerpo sin vida del pequeño flotando en la quebrada. Minutos después, unidades del Cuerpo de Bomberos de Medellín emprendieron las labores de rescate, con el pesar reflejado en sus rostros, conscientes de que esa jornada ya no tenía desenlace feliz.
Las autoridades han iniciado una investigación para esclarecer los hechos que rodearon el incidente. Si bien todo apunta a un accidente, se busca establecer si existieron omisiones, falta de acompañamiento o condiciones inseguras que hayan contribuido a esta dolorosa pérdida. “Estamos recabando testimonios y revisando cámaras de seguridad en la zona”, indicó una fuente oficial consultada por este medio.
Este nuevo caso vuelve a poner sobre la mesa la crítica situación de los entornos urbanos para la infancia en sectores populares de Medellín. Espacios inseguros, quebradas sin protección, y zonas verdes convertidas en lotes baldíos son parte de una realidad que expone a los más vulnerables a tragedias evitables. La muerte de este menor, más allá del hecho aislado, desnuda una deuda social que no da espera.
Mientras tanto, en el barrio el silencio pesa. Los juegos han cesado y la imagen de la quebrada, que tantas veces fue paisaje cotidiano, ahora se ha tornado siniestra. “Uno nunca piensa que algo así pueda pasar tan cerca. Es un golpe duro para todos”, dice entre sollozos una vecina, testigo del dolor que hoy enluta a una familia entera.
El cuerpo del niño fue trasladado al Instituto Nacional de Medicina Legal, donde se realizaron los análisis correspondientes antes de ser entregado a sus seres queridos. Medellín, que tanto ha batallado por dejar atrás las cicatrices del pasado, hoy vuelve a llorar por uno de sus hijos más pequeños, arrebatado por una corriente que, como tantas otras, fluye silenciosa entre el olvido y la indiferencia.