$12.000 millones para arreglar andenes en Medellín: mucho cemento, poco avance

Medellín, la ciudad que presume de movilidad innovadora, de metrocables y escaleras eléctricas en la ladera, parece haber olvidado que la caminata es el medio de transporte más común. El 42% de los viajes diarios se hacen a pie. Y sin embargo, caminar aquí es un acto de fe. Tropezones, andenes rotos, tramos inacabados y barreras para personas con movilidad reducida son parte del paisaje urbano. Con una inversión que supera los $12.000 millones, la administración de Federico Gutiérrez prometió intervenir más de 32.000 metros de aceras, pero a la fecha, muchas obras no han empezado y otras avanzan a paso de tortuga.

La paradoja duele: la ciudad invierte miles de millones en viaductos, intercambios viales y autopistas, mientras los peatones, que además ponen el cuerpo, literalmente, en las vías, son relegados. En lo que va del 2025, han muerto 61 peatones en Medellín. Y no por andar en lugares indebidos, sino por hacerlo donde el urbanismo no contempla su existencia. Son cifras que no generan titulares, pero que narra un drama humano silencioso y cotidiano.

La política pública, al menos en el papel, reconoce el problema. En su Plan de Desarrollo, la actual Alcaldía aceptó que muchas estructuras peatonales de la ciudad están en obsolescencia temprana. También advirtió sobre la falta de estudios previos, la desigual distribución de recursos, y cómo la expansión urbana ha dejado sectores completos sin conexión ni accesibilidad. Sin embargo, el diagnóstico no ha sido suficiente para activar una respuesta contundente.

A finales del año pasado se firmó un contrato por $7.825 millones con el “Consorcio Vial VG-VFN” para mejorar y construir andenes en distintos puntos de la ciudad. El plazo pactado fue de cinco meses. La promesa era clara: tener los tramos listos en abril de 2025. Pero estamos en agosto y los retrasos son evidentes. Algunos frentes de obra ni siquiera han iniciado, otros presentan una ejecución parcial y hay zonas donde lo construido es intransitable para personas con discapacidad o adultos mayores. La movilidad “inclusiva” es, por ahora, un lema más que una realidad.

Mientras tanto, los datos son desalentadores. Según la encuesta de percepción ciudadana de Medellín Cómo Vamos, la satisfacción con los andenes cayó del 53 al 46% entre 2022 y 2023. Y más preocupante aún: en lugar de aumentar, las aceras han disminuido. En 2015, Medellín contaba con 1,76 m² de andenes por habitante. En 2022, esa cifra bajó a 1,55. Es decir, hay más personas caminando sobre menos espacio, en peores condiciones. Todo esto mientras los andenes siguen invadidos por ventas informales, motocicletas estacionadas o construcciones privadas que les quitan el paso al peatón.

La movilidad peatonal, que debería ser la columna vertebral de una ciudad equitativa y sostenible, parece relegada a los márgenes presupuestales y a la paciencia de los ciudadanos. La excusa recurrente sobre la topografía no puede seguir sirviendo de pretexto. Medellín ha demostrado que puede hacer obra pública en las condiciones más difíciles. Solo falta decidir que el peatón también importa.

Es hora de que la Alcaldía entienda que un metro de andén puede ser más valioso, para la vida cotidiana y la dignidad urbana, que un kilómetro de asfalto. No se trata solo de cumplir contratos o de pavimentar tramos sueltos, sino de construir una ciudad donde caminar no sea un riesgo, sino un derecho. El cemento, por sí solo, no basta; hace falta voluntad política para que, en Medellín, los pasos tengan por fin un lugar seguro donde pisar.

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